
Hay dos cosas que destacan al pisar por primera vez la plaza Carlos III de Olite; las imponentes torres del Palacio Real y el Mesón El Sol de Olite.
Al final de la calle de San Francisco nos encontramos con un pasadizo en forma de arco gótico, es la base de la Torre del Chapitel. Al atravesar este callejón entramos en la plaza y a nuestra derecha, en unos soportales, está el Mesón El Sol de Olite. Un acogedor local no decorado con piedra, sino de auténtica piedra. El encanto de sus muros, las mesas de madera tratadas con ceras naturales, el suelo de baldosas de barro, su mostrador adornado de pinchos, tapas y delicias gastronómicas. Tras las barra podemos ver el elemento que lo distingue, la hornacina del mesón.
El cambio

Los propietarios de este negocio nos encargaron un lavado de cara a su sitio web. El mesón es uno de esos lugares queridos por propios y extraños. Recomendado aquí, allí y allá.. Pero, esa buena imagen no se reflejaba en la web. Había que darle la vuelta.
La tarea, y reto a la vez, era doble. Por una parte, hacer un sitio moderno, accesible y adaptado a todos los dispositivos. Y por otra, reflejar ese hummm… de los pinchos y tapas a través de fotografías muy cuidadas. El resultado mejor de lo planeado, todos contentos.
Si pasan por Olite, ya saben; pincho y caña en el Mesón El Sol de Olite. Pero no solamente de buenos pinchos se alimenta el cuerpo y el espíritu, cuando la noche se ha apoderado de la villa la música comienza a sonar en el mesón envuelta por una luz más tenue. Llego el momento que me recuerda a una canción de Leonard Cohen y deseo que no llegue la hora del cierre. Qué bien se está aquí. Lo escuchan, un ratito más y que el violinista no deje de tocar… closing time.
Nos vemos en Mesón El Sol de Olite.